"El que tenga cochi, que lo amarre; el que no, pues no"
Lecciones para dormir (The Shins)
"Salta de un libro/No estás obligado a tragar nada que desprecies/Mira, esos insensibles raptores quieren tu vida/ Y no tienen derecho/ Mientras conserves los ojos/ ¡NO TIENEN DERECHO!"
Cat Power es mi Luis Miguel
"Yo no tengo, en definitiva, motivo alguno para renunciar a la esperanza de un futuro dionisiaco de la música […]
Yo prometo una edad trágica: el arte supremo en el decir sí a la vida, la tragedia, volverá a nacer cuando la humanidad tenga detrás de sí la conciencia de las guerras más duras, pero más necesarias....."
Friedrich Nietzche, Ecce Homo
El arte es catarsis. Debe ser catarsis. Catarsis para el artista; quema de demonios compartidos con su público.
Recuerdo una línea de una canción de los Stars: ·"So tomorrow there will be another number/ for the one who had a name". Es una línea representativa de esta época. Un prometedor psiquiatra me comentó en la víspera de la esperada presentación de Dylan en D.F. que, desde la perspectiva de su especialidad, es posible identificar una característica del hombre contemporáneo: la ausencia del duelo amoroso; el repudio a experimentar la tragedia consecuente. La inmediatez es regla y, como tal, la celebro. No soportaría convivir con azotados incorregibles. Sin embargo, todo el gozo de la prontitud termina por convertirse en tufo de borrachera obligada, en euforia no siempre compartida. No lo había notado, Chan Marshall me lo dijo al oído.
Para el hombre (con minúscula), ese que es "demasiado humano" no hay guerra más dura, más desgarradora, más dolorosa que la que obliga al silencio entre las sábanas. Habría que recordar todas esas historias que reseñan (o inventan) batallas amorosas libradas por hombres y enmarcadas entre guerras sostenidas por el Hombre (éste con mayúscula). Las últimas pasan a un plano menor frente a la gran tragedia del amor. Y qué más da si los alemanes avanzan, si arde Troya, si el Imperio contraataca. ¡Qué más da!
No sé por qué, pero llegué a verla con ánimo de fiesta, con máscara de carnaval. Era quizá la negación al duelo acumulada. En punto nos abrió la puerta. Sin movernos entramos a la sala de su casa: un espacio descuidado, sin más muebles que los estrictamente necesarios, lleno de estampas bélicas, de fotografías despojadas de sonrisas practicadas. No hay que olvidar nada. Somos memoria, nos dijo. La vida no para. No tiene por qué. Incluso los recuerdos cambian, se adecuan desde los terrenos empantanados de la negación. Abraza la tragedia. ¡Goza el duelo! Gritó durante casi dos horas.
La bella doliente inició como terminó: tímida, ensimismada y nunca satisfecha con el volumen de su micrófono. Encorvada, con postura contrahecha: estampa de crustáceo cruzado con ninfa atemporal. Así, libre de glamur y pomposidad, con voz hipnótica nos llevó de la mano por las esquinas de su corazón, por lo más íntimo de su dolor, tan particular, tan de ella…tan compartido. (Recuerdo ahora una clásica de R.E.M.: Everybody Hurts.)
Hacer revisiones o covers es una tarea espinosa. Se cuenta con la mejor materia prima, con lo que se admira, con aquello que se envidia. Por ello, el resultado puede ser frustrante en función de las expectativas provocadas por la canción original. El buen cover se aleja del mimetismo infértil y, sobre todo, debe alejarse del lugar común atestado en cursilería (v.gr. el petardo Across the Universe) . Por el contrario, el buen cover es una nueva lectura, una interpretación auténtica de la pieza homenajeada (incluso a manera de vituperio), un nuevo acercamiento al mismo sentimiento. Así, Cat Power ha logrado hacerse de un buen nombre en este rubro. Jukebox, su más reciente disco de covers reúne, a mi juicio, dichas virtudes: se reconocen las canciones en la misma medida en que deja de importar como suena la original. Incluso es sorprendente como lo hecho famoso por Sinatra puede tener el mismo ánimo que lo creado por Janis Joplin o Joni Mitchell. Es el mismo ánimo, precisamente, porque Cat Power las hace suyas, se las apropia mediante el aprovechamiento del denominador común que las une: la catarsis de un sentimiento compartido, sin importar el tono que rige a las originales.
El momento más penetrante de la noche llegó con la nueva versión de Metal Heart, canción originalmente aparecida en su álbum Moon Pix de 1998. Al iniciar la condena para el que se esconde bajo las sábanas de una pesadilla conveniente y cobarde, el público enmudece por completo. Tan arrítmica como sensual, ella no deja de bailar ni de cantar: I once was lost/ But now I'm found/ I was blind /But now I see you/ How selfish of you to believe in the meaning of all the bad dreaming/ Metal heart you're not hiding/ Metal heart you're not worth a thing.
Baila como yo quisiera bailar, dice lo que me gustaría decir, tiene toda la onda que nunca tendré. Le creo lo que a otros nunca, le tolero el azote que a otros condeno. Simplemente, Cat Power es mi Luis Miguel. Y como dice el Monsi (creo): "El que esté libre de posters que tire la primera piedra."